La sociedad castreña tenía muy posiblemente una distribución desigual de la riqueza, y por lo tanto existiría una cierta estratificación social con rasgos de jerarquización interna, lo que para algunos autores también incidiría en el presunto carácter "belicoso" del que nos hablan algunas fuentes textuales y que incluso nos indicarían las propias defensas de los castros; sin embargo, éstas obedecen también a razones de prestigio y de delimitación simbólica del espacio habitado y, además, muchas de ellas fueron levantadas o ampliadas ya bajo el dominio de Roma.

Por otra parte, la escasez relativa de hallazgos de armas, tanto ofensivas como defensivas, tampoco corrobora aquel carácter guerrero por lo menos de modo constante y habitual.

La existencia de joyas, como los torques, como símbolo de mando y autoridad, y como indicador de cierto poderío social, debió de ser algo común en el conjunto de la Cultura Castreña del Noroeste.

Las inscripciones de época galaico-romana contienen muchos nombres de divinidades de origen indígena, lo que quiere decir que en el mundo castreño existía un abundante panteón religioso, (en contra de lo que dice el escritor romano Estrabón), además de posibles cultos o ritos asociados o relacionados con fuerzas, elementos o manifestaciones de la Naturaleza.

La Cultura Castreña dejó numerosos restos materiales, a mayores de los propios yacimientos antes ya señalados.

 


 

La sociedad castreña

La gran abundancia de castros así como su diminuto tamaño, nos permiten hacernos a la idea de una sociedad muy poco vertebrada y con grandes dosis de inseguridad.

La población se repartiría de forma muy dispersa por el territorio, constituyendo núcleos de población muy pequeños, donde se asentarían las diferentes centurias o gentilitates, correspondiéndose cada una con un castro. Esta sería la forma básica de organización social, intermedia entre la familia y la tribu. Dentro de cada castro convivirían distintas familias, tomadas en un sentido extenso, que supuestamente tendrían unos lazos de parentesco entre sí.

Abarcando diferentes castros estaría la tribu, pueblo o gens, sin que sepamos qué tipo de relaciones existían entre las diferentes gentilidades que la componían, aunque parece que gozaban de gran autonomía y en ellas residía la soberanía. Tenían sus propios dioses gentilicios y cultos familiares, así como un derecho particular, del que quedaba excluido el ajeno al grupo. De este modo el individuo queda desprotegido fuera de su propio castro o gentilidad, por lo que el nivel de cohesión política se ha de considerar muy débil o casi inexistente.

El carácter cerrado de esta sociedad queda atenuado por la existencia de una institución que los romanos llamaron pacto de hospitalidad. El acuerdo podía pactarse entre individuos o entre las distintas gentilidades, considerándose mutuamente ambas partes, en pie de igualdad, como protectores y protegidos. El extraño, no enemigo del clan, podía acogerse a la hospitalidad del grupo, pero ésta sólo estaba garantizada mediante la existencia previa del pacto. De la institución se derivaba que los miembros de ambas gentilidades fuesen recíprocamente considerados como amigos y huéspedes, participando los de un grupo en los derechos del otro y transmitiendo esta consideración a sus herederos. Los pactos se hacían por escrito en las llamadas tesseras de hospitalidad, documentos epigráficos hechos en bronce o plata y de los que cada una de las partes guardaba una mitad. Suelen presentarse con formas diferentes, a veces como animales, otras representando manos entrelazadas. Su datación corresponde a los siglos que van desde el II a. de C. hasta el II de nuestra era.wpe16229.gif (97501 bytes)

La escasa diferenciación entre las cabañas de los castros, así como la pobreza de los ajuares encontrados, nos permiten pensar en una sociedad muy igualitaria, cuyo principal desvelo sería el cuidado de los siempre amenazados rebaños que pastaban en los alrededores del castro.

Los hombres dedicarían su tiempo principalmente al cuidado de los rebaños, la caza, la pesca y la guerra. El evidente carácter defensivo de los castros nos hace pensar en una sociedad muy inestable en la que la guerra sería un elemento cotidiano; no debido tanto a factores extraños como a su propia idiosincrasia, pues las defensas que proponen no serian un gran obstáculo para otros pueblos más desarrollados, como el romano.

Castro.gif (45822 bytes)Las mujeres y los niños se ocuparían de la recolección de frutos, principalmente bellotas, con las cuales, previamente secas y trituradas, elaboraban un pan que se conserva bastante tiempo, y que constituía una base fundamental de su alimentación.

La agricultura tenía escaso desarrollo técnico y era labor encomendada a las mujeres, costumbre que todavía podemos rastrear en las zonas de influencia castreña.

La jerarquización de estas sociedades estaría en función de elementos como la edad y el sexo, tal y como nos dice Estrabón: "Comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose en ellos según sus edades y dignidades...". Los ancianos estaban muy considerados dentro del grupo, eran los portadores de la sabiduría, pues en una sociedad de tradición oral son los más viejos los que han podido aprender los diferentes entresijos de la cultura que han heredado. Junto a ellos estarían los portadores de la timé, seguramente jóvenes guerreros protagonistas de   correrías saqueadoras sobre los pueblos cerealistas más ricos del sur, y que tantos problemas ocasionaron a las legiones romanas.

 

 

 

 © Álvaro Vizoso Vázquez         San Pedro de Benquerencia ( Lugo )

www.benquerencia.info

     Ultima actualización de esta pagina  30/09/2009 10:31:05

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